Capítulo 14. Todos son iguales.

Narra Ane.

Mi mente y sobre todo mi corazón, viajan de golpe al pasado de hace tan solo unos estúpidos meses...

--¡Ay, no! Adam, para quieto-dije riendo como una bobalicona.
--No, solo un poquito más-respondió con esa voz de niño bueno haciendo un puchero antes de besarme con una sonrisa en la cara.

Llevaba casi un año saliendo con Adam, era el típico príncipe azul sacado de película; listo, divertido, cariñoso, amable, caballeroso y muy guapo, lo tenía todo, o al menos eso era lo que yo pensaba hasta entonces.

--Siempre te sales con la tuya ¿eh?-dije en un susurro con nuestros labios apenas rozándose y haciendo que él sonriera.

Noté como pasaba una mano por debajo de mi camiseta, cosa que de primeras yo no aprobé, pero que dejé que siguiera haciendo hasta que me la quitó, haciendo que sintiera como mi estómago me reventaba de puros nervios y cómo en definitiva no me encontraba bien por ello. Pasados apenas unos minutos, la única ropa que nos cubría era la interior, la cuál él se decidía a quitar, pero lo evité.

--N-no puedo-dije nerviosa apartándome un poco de él.
--¿Qué dices?-preguntó acercándome a él con algo de brusquedad y besando mi cuello con bastante fuerza.
--Que no puedo, no estoy preparada para hacerlo-admití algo avergonzada.
--¿Cómo?-preguntó él con gesto de sorpresa en su cara.
--Aún no ¿vale?-dije con una sonrisa algo vergonzosa-pero podemos hacer otras cosas juntos, ya sabes, como ir al cine como hicimos ayer.

Me sentía avergonzada, pero sentía que mi primera vez no ocurriría en aquel momento, no me sentía lista para ello, y él como el novio perfecto debería aceptarlo ¿cierto? Pues no, no fue así.
Un rayo pareció atravesar su rostro para apartar la mirada de sorpresa para dar paso a una de asco y enfado.

--Largo-dijo sin más, sentándose en la cama.
--¿Qué?-pregunté sin dar crédito a lo que mis oídos escuchaban.
--Que te vayas-me ordenó buscando algo en sus pantalones vaqueros.
--Estás de coña, ¿verdad?-pregunté notando como la voz me temblaba y me echaría a llorar de un momento a otro.
--No, fuera, márchate, fus.
--Pero.. ¿por qué?
--Solo quería follarte ¿lo pillas?-dijo con una sonrisa autosuficiente, de clara burla, dedicada a mí, la chica que tenía frente a él en ropa interior y apunto de llorar.
--P-pero yo...pensé...-trataba de responder notando como la hora de mi llanto se acercaba.
--Tú no pensaste nada, llevo esperando un año y no me quedan ganas ni paciencia para aguantarte así que, adiós.
--Tú me dijiste que me querías-respondí en apenas un susurro. Él aún con esa sonrisa ladeada de maldad en su bello rostro.
--Es la facilidad de las estúpidas como tú, preciosa-dijo tratando de no estallar a reír, haciéndome sentir más ridícula aún-Por cualquier ñoñez que te diga caerás en mis brazos y comerás de mi mano, bonita, sois realmente fáciles de usar normalmente, pero... mierda, tú te me has resistido bastante, pero vamos, que no voy a perder más el tiempo contigo, llamaré a Katty, que ella no tiene inconveniente en que lo hagamos-marcó un número de teléfono en su móvil-¿Katty? Hola preciosidad ¿vienes a mi casa? estoy solo-dijo con tono seductor, aunque vamos, estaba hablando con la guarra del instituto, esa estaría allí en menos de diez minutos (y realmente lo estuvo) solo con decirla que le vas a dar lo que quiere-Bien, aquí te espero-colgó su teléfono y de nuevo dirigió la vista a mí, con bastante asco, haciendo que mi corazón se astillara más y más a cada segundo que me dedicaba esa mirada-Oh ¿pero sigues aquí? Creí haberte dicho que te fueras, quizás deberías irte a un convento porque al paso que vas te mueres virgen

Ante aquellas duras y crueles palabras me vestí lo más rápido que pude, escuchando su cruel risa de fondo, antes de salir corriendo de su casa, notando como la vista se me nublaba por las lágrimas de dolor y traición, ya que... mierda, él era mi príncipe azul, él... me dijo que esperaría lo que fuera necesario por mí, pero al parecer, "el tiempo necesario por ti" significa "un año o sino te dejo" Sentía demasiado rabia dentro de mi cuerpo.
Apenas iba corriendo por la mitad de la calle tropecé, cayendo en un charco de boca y notando como me habían empapado de pies a cabeza de agua y barro, aunque realmente ni siquiera quería levantarme de ahí, y cuando tan si quiera alcé la mirada, me arrepentí, ya que me encontré con la chica a la que todo el barrio conocía y no solo de vista. Me miraba con esa sonrisa de burla que había visto momentos anteriores había visto a Adam, haciéndome darme cuenta de que ambos lo tenían más que hablado el dejarme en ridículo.

--Mira que se lo dije-dijo con esa voz de pito insoportable, aunque eso me hizo comprender por qué la hacían llevarse a la boca otras cosas, ya que era peor que cuando alguien araña una pizarra-las niñatas como tú no valéis para nada-dijo riendo entre dientes-eres patética-remató dando un puntapié al charco haciendo que me empapara más aún.

Me levanté corriendo de aquel sitio y salí corriendo a casa, escuchando su asquerosa risa de pito por toda la calle hasta que llegué a mi cuarto y allí simplemente me encerré.
Me encerré por horas, por días, por semanas, por meses, sin querer hacer ni decir nada, lo único que hacía era mirar por la ventana, ya que no había clases al ser vacaciones de verano. Una insoportable presión en el pecho me hacía compañía constantemente, solo para recordarme que había sido una estúpida ingenua que había caído en un puñado de palabras bonitas y falsas de un chico que creí que era el hombre de mi vida. Creí todo de él, hasta sus malditos "Te quiero" que tanto me ilusionaban.
Pero desde ese momento me prometí a mí misma que aquello no volvería a pasar, porque ya no sería yo la que cayera en los brazos de nadie, todos caerían en los míos y simplemente les dejaría caer, no sería más la débil, sino la dura. Ya que como una buena canción decía "Un rompe corazones empieza con un corazón roto"

Y porque al fin y al cabo...todos son iguales...